Manuel Jalón Corominas observó durante una estancia en EE. UU. cómo los hangares se fregaban mediante una mopa plana y un cubo con rodillos. En 1956 inició la fabricación de fregonas aplicando un palo de escoba a un penacho de tiras de algodón que se escurría en un cubo, con unos rodillos accionados por un pedal.
Este instrumento de limpieza mejoró la calidad de vida de muchas mujeres en España desde finales de los años 50 ya que permite limpiar el suelo sin arrodillarse y sin desgastar las manos por la lejía.
Manuel Jalón, a pesar del gran éxito del invento, vendió la patente a la multinacional holandesa Curver BV, para dedicarse a otros proyectos como fueron la jeringuilla hipodérmica no reutilizable.
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